El pasado 27 de marzo celebrábamos un año más el día mundial del Teatro.
Este año el manifiesto de la parte europea corrió a cargo de Simon McBurney, actor, escritor, director de escena y co-fundador del “Théâtre de Complicité”.
Dice en su manifiesto “…Y dado que el teatro solo existe en el presente, también cuestiona esta desastrosa visión del tiempo. El momento presente es siempre un tema del teatro. Sus significados se construyen mediante un acto comunitario entre el intérprete y el público. No solo aquí, sino ahora. Sin la actuación del intérprete el público no podría creer. Sin la creencia del público, la interpretación no sería completa. Nos reímos al mismo tiempo. Nos conmovemos. Nos quedamos sin aliento o enmudecemos. Y en ese momento, mediante el teatro descubrimos la más profunda verdad: que aquella que considerábamos la más privada división entre nosotros, los límites de nuestra propia conciencia individual, tampoco tiene fronteras. Es algo que compartimos. Y no nos pueden parar. Cada noche reapareceremos…”.
Es común para las gentes del teatro el relacionar este arte con la esencia de la comunicación humana, imprescindible para el desarrollo de la vida en comunidad y la transmisión de conceptos culturales a través de lo simbólico o con el sencillo juego de la recreación de la cotidianeidad humana. Efímero y eterno al mismo tiempo.
La utilización correcta de las herramientas comunicativas se hace imprescindible para crear ese pacto de creencia entre interprete y público. Como humanos nos dejamos llevar y empatizamos con aquellas imágenes, emociones y acciones que el actor recrea desde la verdad teatral.
Comunidad y Globalización
Sin embargo, nuestro día a día parece ir en dirección contraria. No reconocemos al otro en su realidad, solo a través de ficciones. En la época en la que más información recibimos de los modos de vida de las distintas sociedades y tenemos acceso libre a la información sobre los Derechos Humanos fundamentales, menor parece ser nuestra capacidad de reacción ante las realidades.
El teatro, por existir solo en presencia de una comunidad, nos conecta con la comunicación directa que estamos perdiendo y con nuestra capacidad de reaccionar ante ella, nos entrena para reconocer lo común al género humano a pesar de las diferencias de código cultural.
«La cultura debe ser considerada el conjunto de los rasgos distintivos espirituales y materiales, intelectuales y afectivos que caracterizan a una sociedad o a un grupo social y que abarca, además de las artes y las letras, los modos de vida, las maneras de vivir juntos, los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias».
Declaración Universal de la UNESCO sobre la Diversidad Cultural (2001)
A través de ella logramos identificarnos como individuos dentro de una sociedad y compartiéndola llegamos al reconocimiento del otro como un igual. Por muchas diferencias que haya, los puentes culturales fomentan ese reconocimiento. Esto se vincula a conceptos filosóficos capaces de generar el mandato ético de ayuda.
La teoría del rostro de Emmanuele Levinas plantea que el mandato ético de ayuda se despierta con el reconocimiento del “rostro del otro”, de su realidad.
Y encontramos un término vinculado al teatro y a esta teoría filosófica: Alteridad. Es la condición de ser otro. Es un concepto utilizado en sentido filosófico para nombrar al descubrimiento de la concepción del mundo y de los intereses de un “otro”.
Las expresiones culturales son una vía para definir nuestra identidad y reconocer al otro en sus diferencias. Vincular ese reconocimiento como algo común activa los mecanismos de colaboración. Es importante “entrenarnos” como comunidad en el reconocimiento mutuo y de reconocimiento del entorno para su conservación.
Y el teatro juega un papel fundamental como catalizador de las reacciones que activen el llegar a ese fin. La diferencia entre la intención y la acción es reconocerse en el otro. Podemos reforzar la alteridad con herramientas comunicativas artísticas y avanzar en conjunto en la formación de sociedades sensibilizadas ante la lucha por los Derechos Humanos si logramos reconocerlos como propios a través de los demás.
Natalia Díaz, Formación & Media Training IMADESC