Autor: Raquel Frutos, Consultora de Relaciones Públicas y Comunicación Corporativa en iMADES Communication
Bajo el término fake news, cuya traducción al español es “noticias falsas”, se hace referencia a toda información no contrastada ni verificada y que contiene datos que no son veraces. Sus orígenes se remontan prácticamente al comienzo de la humanidad, si bien se suele situar a Joseph Goebbels, ministro de Propaganda alemán durante la Segunda Guerra Mundial y mano derecha de Adolf Hitler, en el epicentro de la era de la posverdad y la desinformación. No en vano, alguno de sus lemas más conocidos y que hizo públicos fue: “Hay que hacer creer al pueblo que el hambre, la sed, la escasez y las enfermedades son culpa de nuestros opositores y hacer que nuestros simpatizantes lo repitan en cada momento”. Con ello hacía alusión a la necesidad de difundir información falsa con la intención de manipular las creencias de la población.
Pese a ello, el concepto de fake news se popularizó en 2016, cuando el entonces Presidente de Estados Unidos, Donald Trump, difundió que las informaciones que publicaban algunos medios de comunicación como el New York Times y el Washington Post eran noticias falsas. Así, ha sido en los últimos años y a raíz de la explosión de Internet y de las redes sociales cuando estas noticias se han fagocitado y han intensificado su crecimiento, dada la capacidad que tienen estas plataformas de amplificar el alcance del contenido que a través de ellas se difunde y de que este se viralice. Tanto es así que redes sociales como WhatsApp limitaron hace tiempo el reenvío de mensajes para evitar la propagación de fake news y la desinformación de los usuarios.
El ejemplo más reciente del crecimiento en la difusión de este tipo de informaciones en redes sociales se encuentra en los Juegos Olímpicos de París 2024, pues los contenidos falsos que desinforman sobre este evento deportivo no han dejado de incrementarse desde los meses previos a su inauguración. Algunos de los bulos más destacados han sido la difusión de la imagen de una nadadora japonesa en cuyos rótulos la identifican por el nombre de Yokasi Maogo, cuando su nombre real es Mizuri Hirai. Igualmente virales han sido la publicación de un video de un supuesto robo al coche del equipo de ciclismo de Australia en París, grabación que realmente corresponde a un robo que se produjo en Bélgica, así como un video sobre supuestas protestas contra la ceremonia de inauguración de los JJOO, video que corresponde a la Marcha Por Jesús que tuvo lugar en París en mayo de 2024. Al mismo tiempo, ha circulado por redes sociales una advertencia de la CIA, la central de inteligencia estadounidense, que desaconseja el uso del metro, lo cual la CIA ha desmentido. En este caso, las fake news en torno al evento deportivo tienen el doble objetivo de crear la expectativa de que París es un lugar inseguro y disuadir a la población a asistir a los juegos, así como empeorar la reputación del Comité Olímpico Internacional (COI). Analistas en el tema apuntan a Rusia como emisor de estas informaciones, dado que Moscú fue excluida de los juegos debido a su invasión de Ucrania.
¿Por qué se otorga credibilidad a las fake news?
Más allá de la apariencia estética en forma de noticia tradicional que tienen muchas de las fake news, lo cual dificulta su detección, el principal problema que impide discernir aquellas informaciones falsas de las noticias verídicas es que las primeras también incluyen cierta información oficial y veraz. Así, por ejemplo, si se trata de una fotografía esta suele ser real, pero es habitual que aparezca acompañada de un texto que no le corresponde.
Otro de los problemas que plantea su detección es que a menudo utilizan titulares sensacionalistas e informaciones que apelan a las emociones acerca de temas escabrosos de interés general, lo que conlleva a que la población tienda a dar por válidas aquellas noticias que refuerzan su ideología y visión previa del hecho noticioso en cuestión.
En última instancia hay que tener en cuenta que la mayor parte de estas informaciones circulan a través de las redes sociales, especialmente de canales como WhatsApp, y los destinatarios las reciben a menudo de contactos que “a priori” son creíbles, como pueden ser amigos o familia.
Objetivos de las fake news
La finalidad de difundir noticias falsas no es únicamente desinformar, sino que detrás de esta acción se esconde un objetivo fundamental: influir a la opinión pública y en su toma de decisiones y/o comportamiento. De este modo, el fin ideológico prevalece en la difusión de estas informaciones, las cuales persiguen obtener apoyo de ideas fundamentalmente de carácter político, económico, social y religioso. Así, en periodos complejos como es el caso de campañas electorales, crisis económicas o conflictos bélicos, en los que es más sencillo manipular a la población dadas las circunstancias, es en los que suelen proliferar con mayor facilidad y rapidez este tipo de informaciones dañinas.
No obstante, en muchos otros casos las fake news tienen un propósito meramente económico, pues en la era digital a mayor cantidad de clics que reciban estos contenidos mayores serán las ganancias que se puede conseguir a través de ello para las personas que las publican.
El problema al respecto de todo ello es que las fake news afectan a los fundamentos de las sociedades democráticas, al tener un impacto negativo en algunos derechos fundamentales, como es el derecho a recibir información veraz por parte de los ciudadanos. Por tanto, ante esta situación surge el interrogante de cómo tratar de evitar que circulen estas informaciones que distorsionan la realidad y que cada vez son más frecuentes. Al respecto, si bien en ocasiones se ha hablado de regular el entorno informativo a través del derecho para tratar de acotar el alcance y difusión de las fake news, con ello existe el peligro de incurrir en la censura y, por tanto, no se considera una solución.
Así, para tratar de combatir la expansión de estas informaciones, a lo largo de los últimos años se han creado medios que emplean una técnica conocida como fact check. A través de ella se encargan de recibir informaciones de procedencia dudosa y probablemente falsas, las cuales contrastan acudiendo a las fuentes primarias (creadoras de contenido) y consultando en una gran cantidad de fuentes para comprobar su veracidad o falsedad. En este sentido, la inteligencia artificial puede considerarse una aliada, dado que el desarrollo de bots generados mediante algoritmos, sirven de ayuda para verificar la información. Y en muchos países investigadores, periodistas y otros expertos han llevado a cabo iniciativas para la creación de herramientas de bots.
Más allá de estas opciones, es fundamental tratar de recuperar un espíritu crítico que se ha ido perdiendo con el paso de los años y poner el foco en el diseño de campañas de concienciación y alfabetización digital para ayudar a la población a identificar contenidos de calidad en una era digital en la que cada vez se torna más complicado identificar la información que es veraz.